miércoles, 10 de octubre de 2012

One Among Thousands

Yo siempre he sido de los que piensan que la gente no se hace grande. Hay gente que nace para ser grande en algo y gente que, simplemente, no. La idea no es la de esa gente que nacen siendo genios o lo tienen todo hecho. Cuando uno vale para algo, tarde o temprano, eso surge. Incluso cuando la persona en cuestión tiene todo tipo de contratiempos u obstáculos en su camino. Este es uno de esos casos, el de un tipo que tenía, como el decía, flashes de iluminación artística, lluvias de imágenes (debían ser en HD) en su cabeza que era capaz de retener allí hasta haberlas materializado físicamente. Pero, como digo, tuvo que superar muchas cosas para explotar su talento. Lo cierto es que, aunque lo parezca, ni siquiera es una historia con final feliz, ya que se fué antes de tiempo. Por eso tenemos que recordar siempre al último hippie: Indian Larry.


Nacido en 1949 en Nueva York, el pequeño Larry tenía que haber seguido los pasos de su padre y convertirse en un carpintero en la base de West Point. Esta claro que la cosa no salió del todo bien. Igual fue culpa de las monjas de su colegio. Parece ser que la fe entra mejor a golpes así que Larry se llevo una buena ración, junto a un hueco en un armario oscuro para saborearlos. Pero los caminos del Señor son inescrutables, y esto motivó a Larry a sacar su verdaderos talentos, primero, construyendo una bomba para volarles el colegio a las monjas (lo único que voló fue su meñique). Poco después, siendo aún un crío, le cogió el triciclo a la hermana y le puso otro manillar y el motor de un cortacesped. Le gustó tanto la experiencia que no tardó en comprarse su primera moto, una Knucklehead, que despiezó entera según llego a casa.

Total, que habiendo quedado claro que Larry no estaba ni para la disciplina de West Point, ni para la carpintería, el tío decidió moverse a California con su dulce hermanita hippie en los 60s. ¿Que pasó? Pos lo que tenía que pasar, acabó en la prisión con dos tiros, uno de ellos rozando la ceja, por intentar robar un banco para pagarse la droga. Lo importante aquí (no queremos juzgar los errores de los demás) es que en la cárcel aprendió mecánica y soldadura. Además de eso debió vivir una experiencia espiritual de esas, porque le pidió a la madre libros de filosofía, diccionarios, etc.



Libre de barrotes ya, volvió a Nueva York donde se involucró en el mundillo underground. Así apareció por primera vez en una revista con una Indian Chief del 50, ganándose su mote de Indian Larry. No obstante,  hasta los 90s no abrió su taller propio llamado Psycho Cycles. Aún así sus problemas con las drogas y el alcohol se alargaron hasta bien entrada la década. Pero los superó, y se hizo leyenda. Sus motos huelen a él, todas con esos depósitos redonditos , con los arranques de patilla... Son auténticas joyas sin la más mínima duda. 

El resto ya es historia. Larry se convirtió en uno de los constructores más respetados del globo. Sus motos son obras de arte y su estilo, único. Pero trágicamente a los 55 años, en su tercer "Bikers build off" de Discovery Channel, la leyenda cayó. Esta vez para no levantarse más. Sinceramente, todos queríamos que durara más, pero al menos se fue como le había gustado vivir, sobre la moto. 

En fin, que este tío se merece un sentido homenaje, otro más, que ya tiene unos pocos, entre otros el de Gideon Smith. Muchos os estaréis preguntando "¿ni una moto nos vas a enseñar?", pues no. Irse a verlas a su página que se ven mucho mejor y tenéis muchas fotos: http://indianlarry.com/motorcycles. 

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